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Afiches en Blanco y Negro

Mi proximidad a Juan Rivera en 1959, que continué aun cuando yo ya había salido del colegio y estaba trabajando, conllevó también un acercamiento al teatro. Desde 1960 frecuenté al grupo Histrión, conocí a sus integrantes y participé desde dentro de varias actividades.
En esos años 60 un socorrido aunque inmediato medio de comunicación en exteriores era  la cartelera municipal, que casi siempre era resuelta con impresión tipográfica. La casi totalidad de los carteles que abastecían las carteleras ubicadas en cada esquina de la Lima cuadrada eran producidos en una sola imprenta que quedaba en Rufino Torrico entre jirón Ica y jirón Callao y que por ese entonces se llamaba Grafica Busmar. Entre otras cosas, allí se imprimían los carteles para las temporadas teatrales, taurinas, y las presentaciones folclóricas de los coliseos, es decir todo el mundo del espectáculo. Cuando visité los talleres y traté de encargar un diseño según especificaciones tipográficas, vi que no había manera de diagramar nada, ni escoger fuente, ni tamaño. Uno simplemente entregaba el texto y el tipógrafo componía acomodando todo según las letras que tenía en stock, y que además en ese momento no estuvieran ocupadas con otro trabajo y entonces de inmediato se imprimía. Con el tiempo y la continuidad pude ver que los títulos grandes se hacían con letras especiales, de madera y en casos extremos el mismo técnico jefe del taller, el Sr. Ojeda tallaba las letras si no las había. No era fácil incorporar imágenes pues cualquier  fotograbado para tipografía prácticamente desaparecía dentro del cartel y encargar fotograbados  de ese tamaño era poco práctico por lo costoso.
Simplemente las cosas eran así, esa era la manera.
Por tanto, en esta etapa inicial corté a mano los grabados originales cosa que me era grata pese a la fuerte inversión de tiempo y esfuerzo. 
En 1966 hice en linóleo el afiche para Santiago el pajarero del grupo Histrión-Teatro de Arte, 
La condición de diseñar a un solo color me pareció interesante en extremo y la aproveché como un ejercicio para lograr con la composición, la tensión y la expresividad, lo que no con el color.
Y en madera el de la trilogía de Juan Rivera Saavedra  “Por qué la vaca tiene los ojos tristes” para Edgard Guillén que acababa de fundar “Pequeño Teatro”

Esa etapa inicial fue tan bien recibida que pronto otros grupos teatrales se interesaron y continué recibiendo encargos de diseños para teatro. 
De modo que tuve que pensar en alternativas más rápidas. 
Pensé en afiches siempre al tamaño de la cartelera pero resueltos en serigrafía, lo que permitiría una versatilidad en cuanto a la imagen, aunque decidí ceñirme a una sola tinta para que saliera económico. Casualmente acababa de reencontrarme con unos amigos del colegio, Julián Parejas y Víctor Espinoza, que eran estudiantes avanzados de Bellas Artes y que conjuntamente con Ostolaza estaban ingresando al mundo de la gráfica y las impresiones con toda la intención de abarcar en el futuro hasta la  producción en offset. Ellos imprimieron el que consideré mi primer afiche hecho y derecho, que resultó ser de la obra “Ña Catita” para el Teatro Universitario de San Marcos y que fue también el primer encargo de muchos que me haría el Doctor Guillermo Ugarte Chamorro. Usamos el método fotográfico.

Afortunadamente, desde “Un dios durmió en casa”,  puesta de Histrión Teatro de Arte, los afiches siguientes fueron impresos por un impresor fuera de serie que acababa de conocer, Carlos Fernández  –quien firmaba “Impulsito”–;  su pulcro acabado y su puntualidad eran tan confiables que en adelante no busqué a nadie más cuando necesité de silk screen.

Para entonces ya estaba de retorno en Lima Victoria Santa Cruz  que luego de varios años en Francia venía con el proyecto de fundar una nueva compañía de Teatro Negro, y que como es natural, también se anunció con un afiche en blanco y negro

Así, 1967 fue para mí el año de los afiches en blanco y negro.

En los siguientes años atendí diversos encargos: portadas de libros, folletos, diagramación, logotipos, ilustraciones. 
Eventualmente continué diseñando en blanco y negro, sobre todo cuando deseaba un efecto impactante, como en el caso de los “logotipos” para el Festival de Cañete. 
El Primer Festival de Arte Negro Cañete en 1971 fue un proyecto municipal. El propio alcalde, Alfredo De Toro, convocó a Nicomedes para encomendarle la parte artística del evento. Juntos proyectaron una cantidad de actividades destinadas a estimular el desarrollo y la creatividad afroperuanas, exposiciones, concursos y talleres en todas las áreas culturales y recreativas.
Victoria Santa Cruz tuvo a su cargo la dirección escénica en general

Símbolo gráfico  “Festejos de Cañete”: En este símbolo gráfico destacan dos manos en disposición abierta sobre el tambor, esencia y fundamento de la rítmica ancestral afroperuana, aunque físicamente inexistente durante todo el siglo en nuestro folklore. 

Símbolo gráfico “La reina del festejo”: El símbolo para el concurso de belleza afroperuana fue tan bien recibido que ha sido considerado representativo de Cañete las siguientes cinco décadas, hasta la actualidad. 


Cuando tuve una buena cantidad de afiches de teatro, en 1982 hice una muestra individual de afiches de teatro, en el Teatro Universitario de San Marcos. Aquí, tanto por el impacto visual, como por economía -ya que era mi propio afiche y publicado a mi costo-, fue a una sola tinta, blanco y negro. Y esta vez lo imprimí yo mismo.


Y también en 1982, Victoria Santa Cruz que por diez años había dirigido el Conjunto Nacional de Folklore como órgano del Instituto Nacional de Cultura renunció y dio una función de despedida, que esta vez por lo penoso de la situación llevó también un afiche en blanco y negro.  
 

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